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Chevron-Texaco: Dolor, enfermedad y muerte en la Amazonia

Nueva Loja (Sucumbíos).-  Wilson Moreta es un profesor que llegó a la Amazonia hace aproximadamente 20 años procedente de su natal San Miguel de Bolívar. Vino con gran optimismo para enseñar a niños y jóvenes sin imaginarse lo que le sucedería más adelante.

Inició su actividad a orillas del río Napo, a ocho horas en lancha, selva adentro desde El Coca, según cuenta, fue ahí que “adquirí y heredé la enfermedad”.

“Tengo problemas en la piel por todo mi cuerpo. Prácticamente mi piel es como si fuera un papel, se rompe con cualquier herida o golpe que me produzca”, comenta.

Moreta recuerda que tras cinco meses de beber, cocinar y bañarse con agua del río, adquirió la enfermedad de la cual culpa a la contaminación que según afirma, dejó Texaco-Chevron.

Cuando detectó los quebrantos en su salud, el profesor pidió el cambio a un lugar cercano a un subcentro de Salud. Fue así que llegó al recinto La Primavera del cantón Shushufindi donde nada cambió.

“Aquí hay inclusive como 28 pozos (petroleros), es un lugar bastante contaminado por la explotación petrolera que dejó Chevron-Texaco”, denuncia Moreta.

Un caso similar es el de Carmen Pérez, quien llegó a Sucumbíos procedente de Ambato, hace 32 años, en busca de mejores días para ella y su familia.

“Hace 32 años había más productos pero la Texaco botaba petróleo en el carretero y es por eso las enfermedades que tenemos ahora”, cuenta esta promotora de salud.

Ella sufre de constantes dolores de cabeza y estómago, no puede recibir los rayos del sol porque su salud se complica. Se trata de una enfermedad incurable, dice, lo único que se puede hacer es remediar en parte el dolor.

Cerca al pozo Aguarico 4 vive José Guamán, solo, con sus nietos. Este campesino de aproximadamente 60 años aún recorre el sendero por donde hace cerca de 20 años su esposa guiaba a su ganado y por salvar a una res cayó al agua contaminada de crudo. Inmediatamente adquirió una extraña enfermedad con la que luchó por siete años hasta morir.

José hizo todo por salvar a su esposa, vendió su ganado, su producción agrícola, quedó en la ruina.

“Vendí todo, se acabó todo y no hubo manera de salvar a mi esposa”, recuerda con nostalgia.

Wilson, Carmen y José son víctimas de la contaminación que, según afirman, dejó Texaco-Chevron en la amazonia. Ahora con enfermedades a cuestas se imaginan tener frente a frente a los directivos de Chevron para denunciar sus casos.

“Si estuvieran los señores de Chevron-Texaco les dijera que vengan y vivan la realidad, (que) tomen el agua que nosotros tomamos, que se alimenten de lo que nosotros nos alimentamos a ver si ellos lo hacen como dicen que no está contaminado. Que vivan la realidad, yo creo que no lo van a hacer”, asegura Wilson Moreta.

Por su parte Carmen Pérez aspira una solución al problema. “Queremos que por lo menos vengan y limpien, remedien y nunca más vuelvan al Ecuador”.

A pesar del dolor de sus enfermedades y de haber perdido a sus seres queridos, ellos siguen adelante luchando porque impere la justicia, porque como dice José Guamán “para eso son las leyes”.  Cristian Caiza/ El Ciudadano


 

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